Hay profesiones que requieren un don. Tal vez todas las profesiones lo requieren a su manera.
Pero hay una en particular que creo que requiere un don especial. Es la profesión de corrector de estilo y lector beta profesional.
Las personas que se dedican a esta tarea a veces escriben, pero no es necesariamente su fuerte. Sin embargo, son capaces de leer un manuscrito y generar en su cabeza un tren con la historia donde los pasajeros son los personajes.
Y detectan cuando las cosas no tienen sentido, cuando el estilo de escritura no tiene el nivel suficiente, cuando el tren descarrila.
En ocasiones tienen la necesidad de comunicar al mundo que tienen un problema: un manuscrito insalvable. ¿Cómo le dicen a un autor que su manuscrito no vale? ¿Que tienen que replantearse la historia, o incluso su manera de escribir?
Recurrimos a los correctores de estilo y lectores beta cuando tenemos nuestro libro terminado. Es más, recurrimos a ellos cuando tenemos el manuscrito revisado y corregido.
Creo que es un error hacerlo así. Creo que es necesario disponer de los servicios de un corrector de estilo y lector beta desde el primer momento, con las primeras páginas de nuestra novela.
Cuando la terminemos, por supuesto que debemos dejar que estos profesionales hagan su trabajo, pero cada vez estoy más convencido de que hay que contar con ellos desde el principio, con las primeras páginas del primer borrador.
Los correctores de estilo y lectores beta profesionales pueden detectar problemas en nuestra prosa y en nuestra historia desde el principio de la novela.
Si tomamos consciencia de esos errores desde el primer momento, podremos arreglarlos antes de hacer todo el trabajo de escritura.
¿Quién quiere que le digan que su novela de 300 páginas no vale para nada?
Mejor que te lo digan cuando llevas 10 páginas. Si hay que cambiar de rumbo, que sea cuanto antes.
Si es necesario curtirse antes, formarse más, o leer mucho más antes de ponerse a escribir, pues bienvenido sea, aunque nos duela.
Hasta pronto.
Ignacio de Miguel
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