Pódcast HistorHilando. T1E2 Hisoria del acero de Damasco contra el acero de Toledo

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¿Quieres descubrir el secreto del acero de Damasco, el metal más resistente de la historia? con permiso del acero de Toledo

El acero de Damasco, famoso por su resistencia y flexibilidad, que permitió forjar cientos, o miles, de espadas, cuchillos y demás armas blancas, esconde un secreto que los maestros forjadores se llevaron a la tumba.

Al principio de la historia de las armas éstas se fundían en dos piezas, por un lado la hoja y por otro la empuñadura. Hasta que apareció el acero de Damasco.

El acero era originalmente de la India, pero en la época del emperador Domiciano, la capital se instaló en Damasco, de ahí el nombre por el que se le conoce popularmente.

De Damasco saltó a Toledo porque los espaderos de la ciudad investigaron su composición y descubrieron que la calidad de las hojas de las espadas se debía a la mezcla de hierro y acero y crearon su propia técnica para competir en fama con el acero de Damasco.

El acero más habitual contiene un máximo de 1’4% de carbono. El acero de Damasco contiene hasta un 2’1% de carbono. ¿Resultado? Un acero más duro, pero a la vez quebradizo si es golpeado.

Sin embargo, forjado de la manera adecuada, se podían conseguir armas tan duras como resistentes. El truco se puede resumir en forjar a bajas temperaturas repetidas veces.

Esta forma de tratar el acero daba como resultado unos dibujos naturales en forma de ondas sobre la superficie de las armas, lo que las hacía muy características.

Ahora pasemos al acero de Toledo.

La soldadura se llamaba “a la calda”. Se enroscaban varillas de acero y hierro (sin carbono), se forjaban juntas y esas varillas se unían en 1 pieza con forma de barra.

Esta barra sólida era a la que daban forma de hoja de espada o puñal.

Pero a ver, los maestros artesanos no eran perfectos. También se equivocaban.

Y ahí están los de Toledo, arreglando la situación. Ellos idearon la espada con “alma de hierro”.

Los espaderos toledanos fabricaron las espadas de acero, muy duro (alto contenido en carbono), pero con una lámina de hierro escondida en el centro que aportaba la flexibilidad para no romperse. Listos los de Toledo, ¿eh?

El segundo secreto y la clave de todo además, parece estar en el Tajo.

Pero no en el agua como todo el mundo cree, sino en las arenas, usadas para templar las espadas.

La calidad final de las espadas eran tan buena, que los caballeros querían lucir con orgullo las armas. Así que los espaderos firmaban hasta con su nombre.

Lamentablemente, la técnica para fabricar las espadas de acero de Damasco se perdió con el fallecimiento de los maestros, no así la forja del acero de Toledo, que está bien documentada, y del que aún hoy en día pervive una fragua artesana en activo.

Pero no está todo perdido…

El estudio de varias universidades de Estados Unidos y la Universidad Complutense de Madrid, sacó a la luz el secreto del acero de Damasco.

Los profesores Antonio José Criado Portal y Juan Antonio Martínez García incluso hicieron pruebas y fabricaron varias armas replicando el resultado de los antiguos.

A día de hoy la patente del acero de Damasco la tiene la universidad española y se puede consultar en su web, si tenéis curiosidad.

¡Pero no intentéis esto en casa! No queremos heridos por el acero de Damasco.

Aunque claro, para empezar tenéis que tener una forja en casa.

Si alguien la tiene, que me llame. Quizá podríamos invitar a los profesores para una demostración.

Nos despedimos hasta la próxima, con otro… ¿misterio? Quién sabe. Para eso tendrás que escuchar el próximo HistorHilando.

¡Te espero!