Al hablar de libros de cien mil palabras me quedo corto. Brandon Sanderson tiene libros de cuatrocientas mil palabras (400.000). Alguno de los tomos de Harry Potter supera las doscientas cincuenta mil palabras (250.000). A Tolstoi se le fue de las manos su Guerra y Paz que supera las quinientas mil palabras (500.000). Si sumamos toda la saga de El Señor de los anillos nos pasa lo mismo lo que hacen unas cien mil palabras por cada tomo. Stephen King también tiene novelas que superan las ciento cincuenta mil palabras.
Cada uno juzgará si estos libros tan extensos que pongo como ejemplo son buenos o no, si gustan o no. Tengo la impresión de que cada vez se ven más libros que superan las cien mil palabras como el actual Reina Roja de Juan Gómez Jurado que llega a doscientas mil.
Te dejo el enlace a una infografía sobre el número de palabras de libros famosos.
¿Son estos libros y estos autores el referente en cuanto a extensión de una novela? Antes de responder analicemos las novelas para público juvenil o como se denomina ahora young adult. Rara vez superan las cincuenta o setenta mil palabras.
Esto se contradice un poco con el caso de Sanderson que se puede considerar un autor de young adult.
Como ves, todo depende de la perspectiva. Pero voy a intentar responder desde mi opinión la pregunta del titular: ¿Son necesarias las novelas de cien mil palabras en ficción y fantasía?
Si quieres una clasificación del tipo de relato en función de su extensión puedes visitar esta web.
La complejidad de los mundos
Es cierto que en la ciencia ficción y la fantasía, el mundo recreado, el entorno en el que suceden las historias es complejo y necesita ser explicado.
A los autores les gusta dar detalles de sus creaciones, pero ¿son necesarios tantos detalles para entender una historia? Posiblemente las explicaciones son más por desea de los autores de dar a conocer sus creaciones que por necesidades de la historia.
Si fueran necesarias siempre tantas explicaciones y alargar tanto las novelas, no existirían relatos cortos de ciencia ficción y fantasía. Claramente esto no tiene sentido, luego mi conclusión es que no hay que enrollarse tanto.
Otra cuestión son los gustos sobre la extensión de las novelas y los gustos sobre las grandes explicaciones.
Cuando la historia es larga
Cuando no se trata de recrear un mundo ficticio ni una forma de vida dentro de una realidad actual, puede suceder que igualmente surgen novelas muy extensas. ¿Responde por tanto la extensión a que las historias son complejas, intrincadas y muy interesantes?
¿En el caso de las novelas de ficción y fantasía ocurre lo mismo? ¿Son los autores tan originales y creativos con sus historias que necesitan centenares de páginas para contar todo lo que quieren?
Mi experiencia escribiendo va más orientada a la escritura de guiones de ficción sonora (yo no he escrito todavía una novela). En este ámbito el guion técnico ocupa tanto o más como el guion de diálogos. Es como separar los diálogos de una novela de las explicaciones, para que te hagas una idea.
Escribiendo de esta manera, se concretan mucho las explicaciones, son muy específicas, y son los diálogos, es decir, los personajes los que llevan la historia, los que tiran de ella y la hacen avanzar.
Y es aquí a dónde quería llegar. La clave de una historia es que los personajes lleven la historia, independientemente del entorno en el que se desarrolla que puede ser más o menos complejo.
Una novela nos gusta principalmente por sus personajes. Si lo que nos gusta es el mundo creado, entonces no nos gusta la novela, nos gusta el ensayo creativo del autor.
Y está muy bien. No es una crítica ni mucho menos.
Lo que quiero decir es que una novela, como tal, no requiere de una extensión gigantesca. Si te gusta recrearte en tu mundo, o bien crear una historia lo suficientemente compleja como para que se extienda, pues muy bien.
Pero si no es el caso, lo mismo da, y puede ser una novela igualmente buena (o mala).
Es probable que lo que te gusta leer, tanto en género como en extensión coincida con lo que te gusta escribir. Pero de este tema hablaré otro día.
Hasta pronto.
Ignacio de Miguel
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