
Uno de los temas de conversación más habituales entre escritores aficionados trata de cómo pasar de escribir relatos cortos o escenas a pasar a escribir una novela.
Cualquier aficionado a la escritura tiene ideas que no puede dejar en su cabeza y las traslada al papel escribiéndolas, generando una escena muy intensa o interesante, y en el mejor de los casos un relato corto.
A la hora de plantearse escribir una novela, parece que existe un bloqueo que no permite pasar del relato corto o de la escena a algo más grande.
Lo que está ocurriendo es que nos estamos haciendo trampa a nosotros mismos. La escena o el relato corto están bien, pero son eso, relatos cortos.
No podemos pretender convertir una idea pequeña en algo grande sin agrandar la idea.
El problema es que a la idea del relato corto, a la trama del relato corto, le faltan elementos y trayectoria para convertirse en un relato más largo.
Si queremos utilizar esa escena o relato corto dentro de una novela, necesitamos contextualizar ese relato corto dentro de una trama mayor.
Lo que falla no somos nosotros escribiendo. Lo que falla es que la trama que hemos planteado no da para más.
Si te planteas escribir una novela, necesitas tener muy claro el punto de inicio, y cuál es el objetivo o punto final de tu historia.
Entre ambos debe haber la suficiente separación para crear una novela.
Haré un símil muy básico. Si la historia trata de ir de casa al supermercado a 50 metros de distancia, de puerta a puerta, por mucho que pase entre medias no da para una novela.
Salvo que el protagonista se desmaye y empiece a soñar, pero eso sería otra historia, no la de ir al supermercado.
Si queremos que el trayecto de para una novela tendrá que ir a la otra punta del país, por ejemplo. En ese trayecto sí que tenemos posibilidades de crear muchas cosas, muchas acciones, muchos impedimentos y muchos cambios en el personaje, que es al final de lo que trata una novela.
Tenemos que enriquecer el contexto y ponerle una meta lejana o complicada a nuestro personaje. A partir de ahí, seguro que sí surge una novela.
Como ya he comentado en otra ocasión, las novelas no tienen por qué ser de cien mil palabras. Ni siquiera de cincuenta mil.
Para empezar te puedes conformar con una novela corta, unas veinticinco mil palabras.
Siempre tendrás tiempo de escribir una segunda parte si te ha gustado el resultado.
Fíjate que no te digo «si ha tenido éxito», sino «si te ha gustado el resultado». Escribe por gusto, disfrutando, y escribirás más que nunca.
Hasta pronto.
Ignacio de Miguel
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